El desperdicio de alimentos y los consumidores

Fecha: 07-11-2018 - Categoría: Alimentación

Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura los españoles desperdician cada año la asombrosa cifra de 1.300 millones de kilos de alimentos. Es decir unos 23,5 millones de kilos cada semana pero si a estos datos añadimos los productores, fabricantes, cadenas de distribución y establecimientos de restauración el volumen acumulado puede llegar a los 7,7 millones de toneladas de comida tirada a la basura.

Estas cifras son un verdadero problema a diferentes niveles y en este sentido los consumidores podemos actuar de manera decisiva. Uno de los factores claves es que seamos capaces de distinguir entre el concepto de caducidad y de consumo preferente.

Una de las primeras conclusiones es que compramos más de lo que podemos comer. Mientras que, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el planeta se producen unos 4.000 millones de toneladas de alimentos pero una tercera parte se desperdicia mientras que por otro lado alrededor de 800 millones de personas pasan hambre en el planeta y unos 1.326 millones de toneladas de alimentos se tiran a la basura.


El Parlamento Europeo tiene más datos en relación a este hecho: donde más alimentos se tiran es en las casas, con un 53% del total; la industria alimentaria (producción y procesamiento de alimentos) supone el 30%; restaurantes y servicios alimentarios, el 12%; y comercios y distribución suman el 5%.

Además no debemos olvidar que el desperdicio tiene un impacto directo en el medio ambiente ya que se estima que la energía que se pierde con el desperdicio de alimentos es más del 10% del total de la energía global que se consume en la producción de comida.

Pero eso no es todo, otra de las consecuencias es la huella de carbono por la emisión de gases de efecto invernadero: por cada kilogramo de alimento producido (y tirado), un total de 4,5 kilos de dióxido de carbono (CO2) terminan en la atmósfera.

Los expertos recuerdan que el primer paso para frenar esta preocupante realidad es leer las etiquetas y llegar a entender cuál es la diferencia entre la fecha de caducidad y la de consumo preferente. Una o la otra aparecen según los tipos de producto y determinan si su consumo es viable o al contrario ya no se puede comer.

En nuestro país, según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el 59% de los consumidores tiran a la basura aquellos alimentos que han alcanzado la fecha de caducidad, un 21% reconoce que se los come si no ha pasado mucho tiempo después de la fecha indicada y el resto prefiere consumirlos o tirarlos en función del tipo de alimento.

Un factor esencial es entender el significado del etiquetado antes de tomar la decisión de que tenemos que comer y qué no. La fecha de caducidad significa que aquellos productos en cuestión ya han dejado de ser seguro para el consumo. Esta fecha límite está regulada por el Reglamento de la Unión Europea 1169/2011 con unos criterios científicos estrictos y estudios rigurosos para reducir los riesgos para la salud y evitar posibles intoxicaciones alimentarias. Por lo tanto, debemos respetar estas indicaciones especialmente en cuanto a productos como el pescado, la carne o los huevos.  No debemos consumir ningún alimento una vez superada la fecha de caducidad y respetar siempre las instrucciones de conservación de la etiqueta, por ejemplo, si es necesario mantenerlo a bajas temperaturas. Algunos alimentos pueden permitir alargar la vida del producto si los congelamos. En este sentido tenemos que seguir siempre las indicaciones del envase.

Algo totalmente diferente es el consumo preferente, que sólo indica el día hasta que el producto mantiene las cualidades organolépticas (olor, sabor y textura) inalterables. Esta fecha no tiene nada que ver con la seguridad y habitualmente se encuentra en alimentos enlatados, congelados, cereales, aceites, pastas, arroces y purés. Aparte de la fecha se acompaña una frase como "Consumo preferente antes del ..." o "Consumo preferente antes del fin de ...".

En caso de que hayamos superado esta fecha el alimento sigue siendo seguro para su consumo siempre que respetamos las instrucciones de conservación y el envase no esté dañado pero debemos saber que es posible que el producto haya perdido parte del sabor, el color o la textura.

Como conclusión podemos decir que la fecha de consumo preferente, a diferencia de la de caducidad, es mucho más flexible y adaptable. Evidentemente, no es lo mismo comerse un alimento pasado que uno caducado. Si comemos un alimento pasado no estaremos expuestos a ningún riesgo para nuestra salud pero si comemos un alimento caducado, sí. Aunque antes de tirar un alimento en la basura debemos comprobar si tiene un aspecto correcto (es decir sabor y olor agradable), consultar las instrucciones de la etiqueta y seguir las recomendaciones de consumo.

Como antes decíamos la fecha de caducidad es especialmente importante en alimentos como el pescado fresco, la carne y la leche fresca (que encontramos en la línea de frio), así como en muchos platos precocinados, envasados y al vacío. En este sentido, debemos considerar algunas normas importantes si queremos alargar el tiempo de conservación:

• Una posibilidad para alargar la vida de los alimentos muy perecederos más allá de su caducidad es congelarlos después de su compra. (Carnes, pescados, salmón ahumado y jamón cocido)
• Los platos precocinados también se pueden congelar cuando se acerca la fecha de caducidad aunque una vez se descongelan, hay que consumirlos de forma inmediata.
• Para congelar cualquier alimento se debe hacer mientras esté fresco y en perfecto estado.

Más información:
CUS, Coordinadora d’Usuaris de la Sanitat. Salut Consum i Alimentació
Teléfono: 93 302 41 38